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Comunicación: una agenda entre nuestras culturas

sábado, 23 de enero de 2010


Las identidades ciudadanas en los procesos de desarrollo

“Entre el atrincheramiento fundamentalista y la homogeneización mercantilizada hay lugar para estudiar y discutir qué puede hacerse desde las políticas culturales a fin de que las alianzas económicas no sirvan sólo para que circulen libremente los capitales sino también las culturas(.) ‘Lo latinoamericano’ no es un destino revelado por la tierra ni por la sangre: fue muchas veces un proyecto frustrado; hoy es una tarea relativamente abierta y problemáticamente posible”.
N. García Canclini

Entre los años sesentas y setentas se gesta una concepción del desarrollo que lo convierte en una especie de entorno cognitivo y horizonte social desde donde pensar y hacer política, con los que se reinterpretaba el pasado y se diseñaba el futuro. “Parecía imposible conceptualizar la realidad social en otros términos (…) con lo que la realidad era así colonizada por el discurso” (Escobar, 1999); un discurso que anulaba la distancia indispensable para pensar el desarrollo, no como proceso de la realidad sino como discurso desde el cual era percibida. De esa manera, el discurso del desarrollo se transformó en la mirada desde la que se veían subdesarrollados los habitantes de los países del –entonces llamado– tercer mundo y desde la que, por lo tanto, se veían uniformados sin el menor respeto por el espesor de sus diferencias.


Pensada desde el desarrollo, la transformación de nuestras tradicionales sociedades en modernas entrañó dejar por fuera sus más propias expresiones y diferencias culturales tacahadas de supersiticiones. El modelo desarrollista de modernización de los años sesentas y setentas no supo ni pudo percibir, y aun menos valorar, la diversidad de culturas desde las que estos países buscaban hacerse modernos.

La manera como opera hoy el discurso de la globalización no hace sino reforzar aquella colonización del pensamiento y de la acción política que comenzó con el proceso de la modernización desarrollista: tampoco ahora parece pensable la sociedad en su conjunto sino en cuanto objeto de la acción globalizadora que ha pasado a impregnar tanto nuestras categorías mentales como los proyectos políticos. Apoyada en sus dimensiones tecno-económicas, la globalización pone en marcha un proceso de interconexión a nivel mundial, que conecta todo lo que instrumentalmente vale –países, empresas, instituciones, individuos– al mismo tiempo que desconecta todo lo que no vale para esa razón mercantil.

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